viernes, 30 de julio de 2010

Qué tristes son las vidas como ésta.

Desde hacía muchos meses (probablemente desde antes de Primavera) que no se me apetecía escribir nada. Y me daba miedo. Hasta ahora, todo lo que había hecho para desahogar mis penas, la ÚNICA cosa que funcionaba, era escribir. Escribir, escribir, escribir. Escribir mis pensamientos, escribir sobre una nueva historia, pero al fin y al cabo, todo era ESCRIBIR. Y esto de estar perdiendo facultades, de que la vagancia me está comiendo por dentro hasta el punto de pudrirme y quedarme todo el puto día sin hacer nada, sólo enganchada al ordenador, una de las cosas más viciosas hoy en día, me está carcomiendo. LO ODIO. Lo peor es que me doy cuenta de ello, y no estoy haciendo nada para solucionarlo. Para volver a sentirme bien con cada tecla que presiono. NO PUEDO. Hasta ahora me están entrando ganas de llorar. La escritura es una de las cosas más valiosas que tengo en ésta vida. Una de las cosas que más me gusta hacer. Y LA ESTOY DEJANDO CAER EN EL OLVIDO. Soy gilipollas. Con todas las letras, en mayúscula, negrita y subrayado.

Tengo dudas sobre TODO. No voy a ponerlas todas, son muchas. Pero todas llevan al mismo punto: ¿Quién soy yo? Ni siquiera yo sé qué quiero. Ni siquiera sé quién soy. Ni siquiera ME CONOZCO. Me lo pongo a pensar, y es una sensación rara. ME HE PERDIDO A MI MISMA.

He perdido mi trayecto, mi carril, mi tren de ida y vuelta a la locura y la cordura. El tren ha caído por un precipicio, dejando miles de muertos, probablemente mis neuronas. Ni siquiera le encuentro sentido a lo que estoy escribiendo ahora. ¿Perdón? Léete a ti misma, Ari. Eres rara, y es la única cosa de la que estás convencida y segura, la única cosa que puedes afirmar en estos instantes. Si alguien de tu ANTIGUA clase (qué bien suena decirlo, sabiendo que no compartirás una misma aula con ellos jamás) leyera esto, probablemente se reiría de ti. O se burlaría. No, haría las dos cosas. Y te dejaría en ridículo delante de los demás, como hacen siempre. SIEMPRE dejándome en ridículo.

Muchas veces lo hago yo sola también. Yo me lo busco. Digo cualquier chorrada, y segundos más tarde, una milésima de segundos después, pienso: ‘Pero qué estupidez más grande acabas de decir. Seguro que ahora pensarán que eres tonta, o yo que sé… O que no eres de aquí. Piensa antes de decir las cosas, imbécil’. Pero aunque las piense, y luego las diga, cuando las ondas sonoras de mis vocales llegan a oídos de otra persona, me siento una completa inútil. Aunque al principio haya pensado que estaba ‘bien’. Luego simplemente pienso: ‘Ojalá no hubieras dicho nada y te hubieras limitado a callarte’.

Dudo. Dudo de las cosas que digo. Dudo de las cosas que hago. Dudo de las cosas que pienso. Ya ni me creo las cosas que pasan por mi mente. ¿Por qué me pasa esto? Tengo quince años, quince míseros años, estoy en plena adolescencia, y lo que tendría que preocuparme en éstos momentos son los amigos, los chicos, las fiestas, y el no estudiar. Básicamente, eso es lo que mi generación hace hoy en día. Pero no, tengo que tener éstas insufribles dudas corriéndome por dentro como gusanos. Dudo de la persona que soy.

Todo este tiempo he estado engañándome a mí misma, a mí y a los de mi alrededor. Siempre simulando ser la chica tranquila y aburrida, sin temas de conversación ni ganas de salir de fiesta. Mis amigos creen que me conocen, pero en realidad no lo hacen. Conocen una persona diferente. Con el mismo aspecto que yo, pero al fin y al cabo, distinta. Solo hay una persona en estos momentos que más o menos se hace una idea de cómo soy, y todo porque interpreta muy bien las emociones y el comportamiento de la gente. Sé que muy probablemente nunca llegarás a leer esto, pero solo quiero decirte que gracias. Eres la persona que hace menos tiempo que me conoce, pero la que más lejos ha llegado. Sabes lo que me gusta. Sabes cuáles son mis deseos y mis sueños. Sabes lo que se me pasa por la mente a cada momento. Sabes cuándo hablar conmigo, y cuándo sentarte simplemente al lado sin decir nada. GRACIAS.

Y después de esto, ya no aguanto más y desato ese nudo en el estómago que me impedía no llorar. Soy una puta niña sensible, que llora por cosas como ésta. Una niña egoísta, que se cierra a sí misma y solo sabe mostrar una máscara de cómo en realidad es. Que llora en silencio en la habitación, en secreto, escribiendo esto, sabiendo que su hermano está en la litera de arriba y que no quiere que la vea llorar.

Qué tristes son las vidas como esta. Muchos se quejarán porque sus padres no les dejan ir a una fiesta, porque no quieren comprarles el último juego de Play Station 3 que ha salido a la venta, porque se pelean con su madre constantemente iniciando ellos la principal razón del enfrentamiento y dirán que nadie les entiende. Y maldecirán sus vidas. Y mandarán a todo el mundo a la mierda. Y dirán: ‘joder qué vida más asquerosa me ha tocado’.

Sinceramente, gente como yo es quien realmente siente qué es decir eso. Quien realmente merece gritarlo a los cuatro vientos. Quien realmente se siente un incomprendido frente a ésta sociedad, solos, sin nadie que les pueda aconsejar por el camino. Porque poca gente piensa como nosotros. Y digo ‘nosotros’ porque aún siento un poco de luz donde no la hay, con la esperanza de encontrar a más gente que se sienta como yo.

Porque en realidad no tengo ni idea.

Porque en realidad podría decir ‘poca gente que piensa como yo’, perfectamente.

miércoles, 28 de julio de 2010

El Boulevard de los Sueños Rotos.

Estaba escuchando ésta canción, en el camino de regreso a casa. Después de despedirme de mi prima y de mi tía, que hoy volvían a Madrid. La escuchaba mientras veía las nubes pasar. Mientras pasaba pueblos y más pueblos de ésta zona recóndita de la Costa Brava. Mientras veía a la gente, compartir vidas. Mientras veía a las personas viviendo. Felices, riendo, y compartiendo sueños.

… sueños.

Yo tenía, de eso. Lo recuerdo. Mi mayor sueño era llegar a ser astrónoma. Pero me lo fastidiaron todo, y abandoné. Y ahora me arrepiento, pero he malgastado demasiado tiempo.

Nunca desistas de un sueño. Sólo trata de ver las señales que te lleven a él. Yo no las vi. No había señales, me quitaron los carteles. La posibilidad de realizar un sueño es lo que hace que la vida sea interesante. Pues bien, ahora la mía... ya no lo es tanto como solía ser.

... I'm walking down the line that divides me somewhere in my mind.

Qué triste es, que una niña de apenas diez años, se encierre en su propio mundo porque odia al que hay fuera. Que sueñe con cosas imposibles, se invente sus propios amigos imaginarios, y cree todo un mundo, un sitio en el que escapar continuamente. DIEZ AÑOS.

Yo a esa edad, devoraba libros. No literalmente, me los zampaba. Amaba la lectura. Para mí era un lugar para refugiarme. Y al salir de ése mundo, no apartaba el libro y lo dejaba hasta la próxima vez. No, me lo llevaba fuera. Y disfrutaba. Era una niña fanática de la saga de magos más famosa de la historia. Los personajes, eran amigos míos. Continuamente pensaba en las historias que encerraban sus páginas.

Y cuando no leía, mi realidad se convertía en Hogwarts. Quería ir a esa escuela. Seguramente no fui la única niña, ni lo soy, pero lo que hacía era estar encerrada ahí dentro desde mi mente, porque no me gustaba vivir aquí. En mi cabeza, estaba allí. Prefería una vida de fantasía y ciencia ficción a la que estaba viviendo. Incluso esperé al verano siguiente después de hacer once años, ansiosa por mi carta, deseando que me mandaran hacia allí. Puede que suene muy infantil, pero la depresión vino a mí cuando vi que no me mandaron nada. Qué triste e inocente a la vez.

… and I walk alone.

Ando sola, siempre lo he sabido. Voy por un camino que no sé a dónde llega, por el cual no va nadie excepto yo. Pero no me importa, porque me siento bien. A veces puede que desee que alguien fuera del recorrido venga a encontrarme. Pero hoy en día… camino sola.

Desde la primera vez que oí estas letras, hasta el fin de mis días… sé que esta es MI canción. No puedo explicarlo. Pero, de una forma u otra, está escrita para mí. Es flipante cómo una melodía y unas letras, pueden convertirse en parte de tu vida. Cómo puedes sentir que hablan sobre algo que estás viviendo. Cómo pueden cambiarte.

Supongo que recordaréis que dije, que la felicidad que albergaba dentro pronto se iría.

… el día ha llegado.

Vuelvo a encontrarme perdida en el Boulevard de los Sueños Rotos. Y siento que quiero quedarme... por un tiempo.

martes, 27 de julio de 2010

Repetición.

Tengo un constante tambor en la cabeza. Bum, bum, bum.

No he dormido casi nada. Ayer llegué a casa a las dos de la mañana. Mi madre me ha despertado a las ocho y media, pues mis tíos y primos tienen que venir para ir a comprar al mercado. Son las diez y diez, y aún sigo esperando.

Tengo mucho sueño, y siento como si miles de esfuerzos de mi subconsciente hicieran lo imposible porque cierre los párpados y me someta a otro raro, y quién sabe si mal sueño. Pero no le hago caso y sigo escribiendo ésto, aunque no esté muy por la labor.

Repetición. Tengo un sueño que se me repite. Y no, no desde hace unas noches, ni unos días, ni unas semanas. Tengo un sueño que se me repite desde los seis años. Una vez al mes. Doce veces al año.

Al principio, me daba miedo. Cuando todo empezó era pequeña y siempre despertaba llorando, sin querer volver a dormirme. No sabía qué significaba, no sabía por qué lo soñaba una y otra vez, pero siempre volvía, y a mi, me asustaba. Luego, poco a poco empecé a acostumbrarme. A los diez años, despertaba y me quedaba sentada en la cama, pensando, y recordándolo claramente. Esforzándome por buscarle un sentido, pero mis pensamientos a mitad de la noche no daban para mucho. Volvía a dormirme, y soñaba con otra cosa totalmente distinta, pero NO con ése sueño, sólo hasta que volviera a acordarme de él un mes mas tarde, al volver a despertar a las tres de la mañana.

Ayer, volví a soñar.

Cuando era pequeña, me daba miedo subir las largas escaleras para ir al piso de arriba, oscuro y tétrico, así que mis padres me dejaban dormir en el salón, viendo la tele en el sofá con ellos, hasta que me dormía y posteriormente ellos me subían a la habitación.

En el sueño, todo empieza con que estoy durmiendo. Sí, sueño dentro del sueño. Pero no sueño nada, está todo negro. Así que de pronto, abro los ojos. Estoy en el salón, y aunque el tiempo haya pasado, aún conservo mi apariencia de seis años, cuando todo esto empezó. Mis padres se han quedado dormidos también, y la televisión sigue encendida. Pero no escucho nada proveniente de la caja cuadrada. Ya sabéis como son los sueños. De repente no sé por qué, me levanto, y medio dormida cruzo el salón y el bajo de las escaleras para dirigirme a la cocina, igual por hambre, pero no recuerdo necesidad alguna de comer algo. Camino hacia la otra punta, y entro en la despensa. Cojo algo, no sé el qué, en el sueño nunca se especifica, pero supongo que es algo de comida. Me doy media vuelta para volver al salón con mis padres, pero justo al pasar por delante de la nevera, me detengo. Intento seguir andando, pero no puedo. Mis piernas están quietas, no responden a mis intentos de moverlas. Con mi mentalidad de seis años, me entra miedo. Así que pienso en gritar, para que vengan mis padres y me ayuden. Pero tampoco puedo. Abro la boca, intento pegar un chillido en medio de la noche, pero no me sale voz. No puedo hacer nada. Estoy inmóvil, en medio de la cocina, a oscuras. Lo único que puedo hacer es mirar hacia uno y otro lado. Veo un resquicio de luz que viene de la televisión del salón, pero nada más. Repentinamente, ante mi pánico de niña inocente, siento un par de manos en mis hombros. No puedo ver quien es, porque no me puedo mover. Solo presiento dos manos que me agarran, pero no me hacen nada. Y es imposible que nadie haya venido, pues a mis espaldas no hay NADA. Sólo la despensa, la pared y la mesa. Ni una ventana, ni una puerta para que alguien pueda entrar.

Y es en ese momento, que me despierto. SIEMPRE, en todos éstos diez años que llevo soñando sobre esto, siempre se termina ahí. Alguien cogiéndome ligeramente por detrás. Y nunca atisbo a ver quién narices es. Es MUY frustrante, pero que mucho.

Ahora hará un par de años, le comenté esto a una amiga. A ella le gusta interpretar cosas. Buscar el significado de los sueños, de la mueca de una persona, y todo eso. Y me explicó lo que ella creía sobre el sueño.

Aunque el tiempo vaya pasando, en el sueño siempre soy pequeña. Vuelvo a mi infancia, con ésa costumbre de dormir en el sofá. Voy a la cocina a 'supuestamente' coger algo para comer, y de pronto me encuentro en una situación que no me gusta nada. Ésta chica interpretó eso como que tengo un miedo infantil. Algo que me ocurrió cuando era pequeña, y que aunque no sea consciente de ello, me haya estado persiguiendo todos estos años, involucrando a algo de mi vida cotidiana, por eso aún mi subconsciente quiere que continúe recordándolo.

Y de pronto, como quién no quiere la cosa, unas manos (no pequeñas, parecen de adulto), se posan sobre mi, sin hacerme nada, solo posándose tranquilamente, justo antes de despertar yo. Siguiendo con la interpretación, me explicó que lo más probable era que alguien intentara ayudarme con ése miedo. Y la cuestión de no verle la cara nunca, ni de saber quién es, ni siquiera de tener una ligera idea de quién podría ser, era que aún no conozco a esa persona.

Me dijo, que algún día éste miedo, éso que me pasó, volvería a mí. En alguna época de mi vida, no se sabe cuando. Pero que volverá. Y alguien que ya conoceré en ése entonces, intentará ayudarme. No serán mis padres, porque en el sueño estaban durmiendo en el sofá, sin saber qué me estaba pasando, ni que estaba despierta, ni que me encontraba en la cocina. No será ningún amigo mío, porque si no sabría quien era. Además, también cuentan las manos de adulto. Parecían de hombre, pues son grandes, y con un poco más de pelo que las manos de una chica normal.

Así que ahora, todo lo que me toca es esperar. Vivir con la duda de quién es esa persona, que intenta sacarme de la pesadilla.

Cuando lo descubra, dad por hecho que os lo diré. Puede que entusiasmada, puede que no. Puede que pasen muchos años hasta que lo sepa. Pero lo cierto es que no pararé hasta descubrirlo. Seguiré soñando cada mes, como siempre, e intentaré parar más atención a los detalles, si puedo. Si con el tiempo aprendiera a controlar un poco los sueños, podría cambiar éste. Que cuando me levantara, aún y soñando, supiera lo que me espera en la cocina. Que decidiera ir, o no, a ver lo que sucedería entonces. Pero también me da miedo cambiarlo. Porque puede que si lo cambie, no vuelva a soñar nunca más, puede que rompa ésta cadena, cosa que no quiero.

No sé... supongo que ya se verá.

domingo, 25 de julio de 2010

Escribo esto de noche.

Últimamente, estoy feliz. Sí, feliz. Hasta se me hace raro escribirlo. Sólo desde hace unos pocos días, ésta palabra ha adquirido un sentido para mí. Un sentimiento. ALGO. Antes, era una simple fila de letras con algún significado que no encontraba, en constante peligro de extinción dentro de mi propio diccionario.

Es raro volver a sentir ésta sensación, años después desde la última vez. Sabes que la habías vivido. Tiempo atrás. Pero no sabrías explicar con tus propias palabras, con tus propias vivencias, el verdadero significado de ser feliz. Una vez lo recuperas, sientes que nada puede ir mal. Que el tiempo pasa volando. Que todo te da igual, porque te sientes BIEN.

...

Escribo esto de noche. Mi parte favorita del día, oscura, silenciosa y llena de sombras. Es mi momento para escribir. Cuando la inspiración viene a mí. Es el momento que me trae de vuelta los recuerdos depositados en el fondo de mi mente cuando hay luz. Los oscuros, los tristes. Los que no soporto recordar.

Ni durante la mañana, ni durante la tarde, sino por la noche. Nocturnidad, así lo llamo yo.

Aunque sea feliz ahora, sé que dentro de poco esto desaparecerá. Quién sabe si volverá a ocultarse durante cuatro o cinco años más otra vez. No creo que pueda volver a pasar por martirios como los del pasado. Ya he aguantado bastante, y aún sigo aquí. Gracias a mi fuerza de voluntad, que no es mucha. Gracias a que veía un poco de esperanza donde no la había. Gracias a que, a pesar de que suene un poco fuerte, no haya hecho caso de mis pensamientos sobre el suicidio. Porque pensé en mis padres. Porque tengo pánico al dolor y creía que no podría hacerlo.

En fin, que eso… que aquí estoy. En la nocturnidad. En las tinieblas del día. Sonriendo por fuera, pero dudando por dentro. Mostrando mi segunda cara, la feliz. Porque el rostro oscuro no lo ha visto nadie, todavía.