Necesito ver a un psicólogo.
Necesito visitar a uno y contarle todos mis problemas.
Lo necesito y lo quiero.
Alguien con experiencia y que sepa encontrar, no una solución, pero sí un tipo de mejora a todo esto. Es todo lo que pido. Lo pondría en mi carta de Navidad, junto a otros muchos caprichos, pero luego vendría la lluvia de preguntas de mis padres. Y, claro, ¿cómo contarles que tienen una hija depresiva?
Porque sí, me he dado cuenta. No necesito hablar con ningún profesional para darme cuenta de que soy una persona depresiva. Con los años ha ido saliendo a flote, y ahora ya estoy segura de ello. Tendré que convivir siendo lo que soy durante el resto de mi vida. Depresiva. Hasta la misma palabra suena… bueno, triste.
No es fácil ser así. Bajones, lloreras, ganas de decir adiós a todo así porque sí, sin razón. Esto también es un poco… bipolar. Del día a la mañana pasas de ser la más feliz del mundo a esconderte en tu habitación y llorar durante horas.
Y más ahora, estoy pasando una época mala. El cambio de instituto fue muy gratificante. Pasar de ver las mismas caras que me hacían una existencia imposible a otras de nuevas, listas para ser exploradas. No me quejo. No me arrepiento. La gente es… genial. Todos se llevan bien conmigo. Pero, ¿qué hago yo? Me escondo de ellos. Las malas experiencias del pasado me han llevado a quedarme en mi propia burbuja, apartándome de todos. Porque aunque ellos hacen lo posible para socializarse conmigo, yo me alejo. Se me está dando una oportunidad para hacer las cosas bien, pero no hago más que desaprovecharla. Día tras día. Hora tras hora. Clase tras clase.
Esto no me va a llevar nada bueno. Sé que no lo hará. Al final se cansarán de mí, y me quedaré sola, como siempre. Volveré a ser la chica rara y aburrida que prefiere estar sola a hablar con alguien.
Pero es que soy así.
Esto es en lo que me he convertido.
La única cosa que me mantiene feliz cada día, y que me ayuda a seguir adelante es a la gente que he conocido éste último año. La que, aunque sé que no están cerca, estarán siempre allí para cualquier cosa. Qué triste, ¿no? Y lo peor y que no ayuda nada en mis fases depresivas es… que están todos en otra zona horaria. ¿Qué significa? Que solo puedo hablar con ellos o por bien entrada la noche o por el temprano amanecer. Lo hago, a veces. Me quedo a escondidas, en el ordenador, o me levanto por la mañana sólo para poder hablar con ellos. Mi madre me grita y amenaza constantemente con castigarme porque dice que estoy obsesionada, que no sé hacer otra cosa. Pero no lo entiende, porque no lo sabe. No sabe la verdad, y no pienso decírsela. No le voy a admitir que soy depresiva y que la única cosa que me mantiene con algo de vida son ellos, y que por eso quiero, necesito, DEBO hablar con ésa gente cada día, sea la hora que sea. Si pasa un solo día en que no lo he hecho, me hundo y me siento con ganas de nada. Intento razonar con ella, contarle una razón diferente tras otra, pero no hay manera. Además, si me grita me deprimo más. No me gustan los gritos. No hay ni un maldito día en que no escuche gritos en mi casa. Eso no me ayuda, hace las cosas peor. Pero, ¿qué puedo hacer? Nada. Es mi casa, no puedo escapar de aquí. Lo haría, pero no puedo. Así que toca convivir con ello, e intentar salir a flote.
Mis padres también creen que como no estudio es por eso que no saco las notas que debería sacar en el instituto. Ya lo sé, soy consciente de que podría sacar mucho más. Siempre me lo han dicho, los profesores. El problema es que no quiero. Quiero estudiar, pero a la vez me da vagancia. No, no es la misma vagancia que tiene la mayoría de la gente. ¿Recordáis la última cosa que os he dicho? Hablar con ésa gente. No puedo estudiar porque pienso en otras cosas, y cuando cojo un libro las ganas de hablar con todos ellos son aún más grandes. No me concentro a leer. No se me quedan las cosas. Tengo vagancia a deprimirme mientras estudio para sacar buena nota. ¿Y a qué lleva eso otra vez? BAM. A obsesión con el ordenador. Todo a mi alrededor es como una cadena de ríos llevando a un mismo mar.
Es lo que creen mis padres. Toooooda razón es ellos. No me conocen. No saben como soy. No me comprenden. No intentan entenderme porque creen que ya lo saben todo. Pero sólo ven mi máscara. La que ellos, mis familiares, mis amigos, mis compañeros de clase quiero que vean. Soy demasiado cerrada como para mostrar todo esto abiertamente. No quiero contárselo a nadie, tampoco, así que lo escribo en forma de palabras. ¿Por miedo? ¿Vergüenza? ¿Incomprensión? Sí, exacto. Eso es.
Necesito ver a un psicólogo.
Lo necesito y lo quiero.
Alguien desconocido que sepa ayudarme a afrontar esto.